19.4.12

Cómo crear abundancia


Es mucho lo que se puede decir sobre Chopra. En 1999, la revista Time lo seleccionó entre lo cien íconos y héroes del siglo XX, y lo describió como el “poeta-profeta de la medicina alternativa”. No todos piensan lo mismo: en 1994, Forbes, una revista especializada en economía, ya lo había calificado como “el último de una serie de gurúes que han prosperado combinando ciencia pop, psicología pop e hinduismo pop”. Y, cada vez que se presenta en cualquier ciudad del mundo para dictar, palabras más o menos, la misma o parecida conferencia del año anterior, o del otro, la da a salón lleno.

El periodista Sami Rozenbaum, lo describió como “el más destacado adalid de la fe posmoderna”. Uno de los factores que lo vuelven atractivo consiste precisamente en que en su discurso amasa una retórica religiosa con pinceladas de "ciencia", aggiornando un mensaje que -si se quedara en el misticismo- no lo volvería diferente de muchos otros gurúes. En su caso, casi todas las reseñas biográficas celebran sus esfuerzos por conciliar sus creencias místicas con la medicina moderna.


Casi ninguna, en cambio, se ocupa en descorrer el velo que cubre las lagunas -muchas veces los mares- que ponen al descubierto sus magros e incluso decididamente erróneos conocimientos científicos. En ocasiones, tales "errores" parecen revelar que existe un "desajuste" intencionado de la (mala) información científica que ofrece a sus lectores y oyentes. En este sentido, estas líneas pretenden reparar una injusticia informativa largamente postergada.


Deepak Chopra nació en la India en 1947 y se diplomó de médico endocrinólogo en 1968. En 1980, emigró a los Estados Unidos, donde realizó una exitosa carrera que lo llevó a ocupar un cargo directivo en el New England Memorial Hospital en Massachusets. También fue profesor en las Escuelas de Medicina de las Universidades de Tufts y Boston. Hábil disertante y escritor prolífico, publicó más de 25 libros traducidos en casi todos los idiomas y -sólo en inglés- lleva vendidos más de 10 millones de ejemplares. Fundó y dirige El Centro Chopra para el Bienestar y el Instituto Médico Mente-Cuerpo, ambos en La Jolla, California (EE.UU).
Según su biografía oficial, la alta posición que alcanzó en New England Memorial Hospital "lo incomodaba" (eso no explica por qué estos datos encabezan las solapas de todos sus libros, pero en fin...). Su vida cambió por completo, dice Chopra, en 1981, cuando conoció al “prominente médico ayurveda” Brihaspati Dev Triguna. Este encuentro constituyó para él una “experiencia pivotal”. Luego se incorporó al movimiento religioso Meditación Trascendental, liderado por el Maharishi Mahesh Yogi, introducida en Occidente en los ‘60 sobre todo por la difusión que favoreció la noticia de que los Beatles adherían a su filosofía.




Así, Chopra comenzó a incursionar en los arcanos de la “medicina ayurveda”, a la que suele presentar como una disciplina hindú “varias veces milenaria”. Como se sabe, entre el público ávido de espiritualidad “a la carta”, cuanto más añeja es una creencia, mayor parece ser su garantía de calidad. Chopra, en síntesis, asegura que esta medicina tiene 6.000 años de antigüedad. Lo extraño es que no parece ser el caso de la “medicina ayurveda”, que es marca registrada por el propio Maharishi desde mediados de los años ’80. La explicación: Maharishi “recuperó” estos conocimientos gracias a su personal interpretación de antiguos textos sánscritos. En realidad, sólo unas pocas formas de terapia que él utiliza figuran en los textos védicos.
Las funciones vitales, según esta medicina, están determinadas por tres principios o “doshas”: Vata, Pitta y Kapha. “Vata -escribe Chopra- controla todo el movimiento del cuerpo, sea el del pensamiento o el de los intestinos, la vibración de las cuerdas vocales o los ademanes, o incluso la danza del ADN cuando se multiplica. Pitta controla el metabolismo y la digestión, y Kapha, la estructura”. Estos herméticos principios básicos o “doshas”, según Chopra, “emergen como expresiones de tendencias metabólicas tanto en nuestro cuerpo físico como en nuestro tipo psicológico”. Rozenbaum compara estos doshas con el funcionamientos de los signos astrológicos, determinando las características de cada individuo; los doshas pueden ser conocidos tomándole el pulso a la persona, o haciéndole responder un cuestionario. Sin embargo, el dosha puede cambiar de hora a hora.
Los doshas deben ser “pacificados”, para lo cual se indican diversos tratamientos. En todos sus libros Chopra insiste en tener “pensamientos positivos”: las ideas generarían una molécula en el cuerpo; así, los pensamientos positivos generan “moléculas positivas”. La “medicina ayurveda”, así, no sólo permite lograr una “salud perfecta”: si todos la practicaran, dice, las guerras y aun los accidentes serán cosa del pasado. Pero, incluso siendo exageradamente optimistas, parece una meta difícil de lograrar: sus conferencias, cursos o seminarios sólo son accesibles para un reducido segmento social: la minoría que pueda pagarlos.



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